Shambala
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[Relato] The Noose

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Mensaje por Punkbot_ Lun Jun 14, 2010 7:59 pm

Dejo aquí lo ultimo que escribí, hace casi 2 años, a ver si me vuelven las musas.

The Noose (El Lazo)

Bañera
Llueve en la ciudad, y las gotas suenan contra la chapa de la vieja bañera de la casa número 26, donde un cuerpo acurrucado duerme, la noche acompaña su sueño con el estruendo de la tormenta.
Horas después, los primeros rayos de sol entran por la pared derruida de la habitación, iluminando las grises paredes, y despertando al joven, que se asoma y observa las ruinas del mundo con el que tiene que vivir.
Las escaleras apenas se sostienen, y bajar al piso inferior es cada día más difícil, como cada mañana echa un vistazo al salón, como en muchas otras cosas todo había perdido su color, todo menos dos cuerpos que yacían en el suelo, a pesar de lo desagradable de la visión no había intentado sacar los cadáveres de su casa.
Aquel día un fuerte ruido le hizo apartar la mirada de los cuerpos sin vida de sus padres, el ruido venía de la calle. Las recortadas siluetas de los siniestros edificios se marcaban en el infinito con los primeros rayos de luz del día.
En la acera de enfrente, un joven con una enorme piedra en la mano golpeaba uno de los pocos árboles que quedaban en el lugar.
-¿Se puede saber que haces?- dijo el joven habitante de la bañera.
-Terminando de acabar con el mundo, quienquiera que empezó con el trabajo aun no lo ha terminado- contestó el otro joven sin apartar la vista de su tarea.
-Suerte con tu trabajo, chiflado-
El habitante del 26 de la calle Abbey prosiguió su camino sin hacer mucho caso al inquietante visitante, bajando calle abajo eran muy pocas las casas que aun se mantenían en pie, en su camino la decadencia se palpaba en el ambiente, las calles estaban infectadas de escoria, los cadáveres se amontonaban en las aceras junto a los destartalados coches.
Todas las mañanas se dirigía hacia el mirador de las montañas, allí la naturaleza era real, no como en la ciudad en la que las trepadoras cubrían muros y creaban una simbiosis de urbanidad y tierra. Pasaba los días enteros en el poco terreno que no parecía completamente anegado por la destrucción y cada noche volvía a la ciudad.
Durante su vuelta a casa no se encontró con aquel chocante personaje por el camino, y el árbol de la calle Abbey ya estaba caído en el suelo, no había rastro de quien lo había tirado.
Aquella noche el muchacho se revolvía en su cama de acero y un gran estruendo hizo que se despertara sobresaltado, rápidamente se incorporó y ante su cara, nariz con nariz se encontraba el extraño muchacho de aquella mañana, el sol aun no había salido pero el horizonte ya se teñía con las primeras luces del alba.
-Tú… ¿qué haces tú aquí?, me has dado un susto de muerte-
- ¿Por qué duermes en una bañera?- preguntó el muchacho con una extraña expresión de sorpresa.
-No creo que sea asunto tuyo, dime tu porque estabas destrozando los arboles- contestó con acritud.
-Ya te lo dije, estaba intentando arreglarlo todo-
-¡¡¡Como coño vas a arreglar todo esto por un simple árbol!!!-
-Es fácil, la vida es cíclica, después de la destrucción total ya no queda nada, por lo que empieza un nuevo ciclo, una nueva génesis- explicó mientras se sentaba en la bañera frente a su compañero.
-Estás loco, ¿lo sabías?-
Ambos intercambiaron miradas y el habitante de la bañera se levantó indignado.
-¿No me vas a contar por qué duermes en una bañera? Bañera-
-Porque me gusta-dijo mientras bajaba las escaleras.
Una vez ambos estaban en el piso inferior, el muchacho destroza-árboles se acerco a los cadáveres que descansaban en el suelo y se agachó con una gran curiosidad. Después se incorporó y se dirigió hacia la puerta.
-Adiós Bañera, tengo una misión que cumplir-
-No me llamo…- intentó aclarar, pero el apocalíptico joven ya había abandonado la casa.

Cruz
-Suerte con tu trabajo chiflado-
El joven hizo caso omiso y siguió golpeando con la piedra al árbol, al cabo de un rato se dio cuenta de que era imposible, tiró la piedra y fue calle abajo en busca de un mejor utensilio.
Tres calles más abajo le llamó especialmente la atención un edificio demasiado bien conservado para haber pasado por todos los acontecimientos de las últimas semanas, era un pequeño almacén situado en la ladera de un gran montículo, el joven miró hacia la densa arboleda del montículo y suspiró:
-Creo que voy a necesitar una piedra más grande para todo eso-
Dentro del almacén no había nada, una brillante luz llamo su atención, al fondo se encontraba una enorme cruz plateada, era perfecta para hacer de hacha.
Una vez ante el árbol comenzó a blandir su cruz con asombrosos resultado, en menos de veinte minutos había acabado con su trabajo, entonces una frágil voz sonó tras su espalda.
-Perdona, he… estado observándote y me preguntaba si podrías… devolverme eso- dijo con la voz quebrada.
-¿Esto?, supongo que podría devolvértelo, al fin y al cabo necesito encontrar algo más grande- dijo mientras le devolvía la enorme y plateada cruz.
La chica la cogió con sus frágiles manos y cayó al suelo de rodillas, poco después se desmayó sobre la fría cruz.
El muchacho puso dos dedos en su cuello para comprobar si tenía pulso.
-Mierda, está viva, ey, levanta, levanta,… tendré que llevarte a algún sitio- dijo cogiendo a la chica en brazos y caminando hacia el almacén.
-Cruz, despierta, Cruz-
-¿Por qué me llamas así?-contestó la chica abriendo los ojos débilmente.
-No me molesto en conocer el nombre de nadie, al fin y al cabo dentro de poco ya no existirás-
-No es muy agradable que digas eso-contestó Cruz débilmente.
-Estás en los huesos, sé que no es fácil encontrar comida pero…-
-No como, solo es eso-
-Luego dicen que yo soy el chiflado, en fin, ¿vives aquí?- preguntó con desinterés mientras miraba a su alrededor.
-Ahora sí, antes vivía unas calles más arriba- dijo apartando la mirada y sacando una foto de su bolsillo, era una foto bastante reciente de ella con sus padres.
El joven miró la foto, levantó la mirada y descubrió que el almacén tenía una pequeña puerta de apenas metro y medio en uno de los laterales, le devolvió la foto y se dirigió hacia la puerta.
-Ahí no hay nada, solo el generador, pero no funciona-
Una vez dentro, como dijo Cruz, estaba el generador y un gran depósito de gasolina, el joven se volvió y se acercó a Cruz.
-Mañana por la noche nos vemos en el mirador de la ladera, no faltes- dijo rápidamente mientras salía del almacén.
La joven seguía sentada en el suelo junto a su cruz, pensando sobre aquel misterioso personaje.
Chiflado
-Adiós Bañera, tengo una misión que cumplir-
-No me llamo…- intentó aclarar, pero el apocalíptico joven ya había abandonado la casa.
-Chiflado…-
Bañera se giró y contempló el gris salón, miró los dos cuerpos que había en el suelo y volvió a salir a la calle, en dirección a la playa.
Hacía tiempo que no pasaba por allí, en un principio siempre se dirigía a la playa, a contemplar el gran azul en busca de algún barco que pasara por allí, pero poco después descubrió que desde el mirador podía observar tanto el mar como el confín de la ciudad, el epicentro de la destrucción, la urbanidad muerta.
Aquel día el mar estaba muy picado y hacia un gran viento, y en la orilla una joven con el pelo al viento miraba hacia el infinito.
Bañera se alejó de ella y fue en dirección hacia el muelle, bajo él, había enterrado ya hace tiempo una caña de pescar.
Tras hacer unos cuantos agujeros a tientas dio con la vieja caña, subió al muelle, registró uno de sus bolsillos y sacó unas cuantas migas de pan duro, colocó una pequeña bola en el oxidado anzuelo, encajó la caña en una de las tablas del embarcadero y se tumbó sobre las húmedas maderas mirando el gris cielo.
Poco tiempo después el sueño le ganó la batalla.
“La oscuridad lo cubría todo, Bañera comenzó a andar en la oscuridad, poco a poco la ansiedad le iba consumiendo y comenzó a correr en todas direcciones, tras un buen rato corriendo cayó al suelo sobre sus rodillas, y ante él unos enormes ojos rojos se abrieron iluminado el macabro escenario, era el centro de la ciudad, un amasijo de acero al rojo, edificios derruidos y un tremendo ruido de hierros retorciéndose.
Bañera salió corriendo dejando atrás los enormes ojos rojos que le seguían con un gran rugido, a lo lejos, abandonada en el centro de la carretera una bañera, el joven corría y corría hasta que saltó dentro de ella.”
Los ruidos de la pútrida madera le despertaron sudoroso de la recurrente pesadilla, algún pez había mordido el anzuelo, recogió el sedal y se dirigió con el premio hacia la orilla.
Aquella misteriosa joven ya no estaba allí, pero en la arena había escrito “Cruz”.
Tras recoger unos cuantos trozos de madera del muelle, encendió el fuego y cocinó su premio mientras miraba la puesta de sol pensando en aquel recurrente sueño que le atormentaba desde hace ya tiempo.
El silencioso crepitar de las ascuas con el romper de las olas ayudaba a pensar, entrando casi en un estado de trance, pensando en el pasado, en el presente y el futuro.
Antes del anochecer volvió a su casa, todo seguía igual excepto una de las fotos que había desaparecido del marco, en su lugar alguien había escrito en las grises cenizas: “Esta noche nos vemos en el mirador”.
Bañera cogió el marco, lo tiró contra la pared y salió corriendo hacia la montaña.


Corazón Valeroso

El sol ya comenzaba a ocultarse en el mar, y Bañera corría por el tortuoso camino que subía hacia el mirador, una vez había llegado se encontró solo, allí no había nadie. Tras unos momentos en los que Bañera se apoyó sobre sus rodillas para tomar aire, una luz se vio por entre los árboles, era el reflejo de una enorme cruz plateada llevada por una misteriosa muchacha, era la chica de la playa.
-¿Quién eres?-dijo Bañera fatigado.
-¿Quién eres tú?, yo he quedado con…- preguntó débilmente.
-Chiflado…- terminó Bañera.
-¿Quién es Chi…?-
Una enorme explosión iluminó toda la ladera, el pequeño almacén había saltado por los aires, y el fuego se extendía rápidamente por toda la arboleda.
Cruz cayó al suelo y comenzó a respirar entrecortadamente.
-Tranquila, aquí estaremos bien, solo hay roca, no podemos arder- dijo bromeando, pero Cruz seguía igual de fatigada.
Desde la oscuridad vagamente iluminada del bosque apareció una figura.
-¡Maldito Chiflado! ¿Qué coño estás haciendo?-
-Ya te lo dije, además ir árbol por árbol era un poco pesado- contestó con ironía.
-¿Qué tienes en contra de los árboles?- preguntó Cruz.
-No solo los árboles, cualquier tipo de vida, aquello que provocamos no hizo todo lo que tenía que hacer, aunque algunas cosas si- dijo riéndose mientras enseñaba la foto que había sacado del marco.
-Cabrón-
Bañera había encolerizado, cogió la gran Cruz plateada, corrió hacia él, y el acero se clavó en su cuello, cayendo desplomado al suelo.
El fuego ya había llegado hasta ellos iluminando la foto que había robado del salón, Bañera buscó a Cruz para ver como se encontraba, pero ya no estaba allí, miró hacia atrás y estaba desencajada, contemplando con pavor la escena. Bañera se levantó y fue hacia ella para calmarla, se encontraba en shock.
-Lo siento, el… el estaba Chiflado- dijo señalando el cadáver.
Pero Cruz no miraba hacia el cadáver, miraba la foto que sostenía Bañera en sus dedos.
-S… Son mis padres- dijo Bañera acercándose a Cruz.
-No, NOOO, son mis padres- dijo Cruz golpeando a Bañera en el pecho mientras las lágrimas le caían por las mejillas.
Bañera se quedó perplejo y comenzó a andar hacia atrás huyendo de los terribles alaridos de la chica, pero tropezó y cayó al enorme charco de sangre quedando inmóvil ante Cruz.
-¿Por qué dices que son tus padres?- preguntó Cruz entre sollozos.
Pero Bañera no fue capaz de pronunciar ni una sola palabra.
-Yo huí…, huí de mi casa, cuando la nube de ceniza lo cubrió todo, no… podía seguir viviendo allí, viendo los cuerpos de mis padres día tras día, por eso fui al almacén, pero ahora…- masculló Cruz, pero antes de terminar la frase se desplomó sobre la roca.
Bañera se acercó y se tumbó junto a ella, y el crepitar de la madera ardiente acompañó a la silenciosa noche.
Un nuevo día comenzaba y como cada día, el sol salía iluminando las retorcidas ruinas del pasado.
Bañera se despertó con los primeros rayos de sol y vio a Cruz sentada en el borde del mirador, Bañera se acercó y se sentó junto a ella.
-No me has dicho cómo te llamas- dijo Bañera.
-Que importa el nombre, al fin y al cabo todos acabaremos igual, así que supongo que me llamo Cruz-
-Entonces yo soy Bañera-
Tras un incomodo silencio Bañera comenzó a pensar.
-Deberíamos salir de aquí, ya no queda nada, ahora somos los únicos que quedamos, el Chiflado ha conseguido lo que quería-
Cruz asintió con la cabeza.
-Entonces volvamos allí-dijo Bañera señalando las ruinas del horizonte.
-Allí se supone que empezó todo- dijo Cruz.
-Entonces iremos allí, a Corazón Valeroso-
-¿Corazón Valeroso?- preguntó Cruz.
-Se me acaba de ocurrir- dijo Bañera sonriente.

Otro Mundo
-Yo huí…, huí de mi casa, cuando la nube de ceniza lo cubrió todo, no… podía seguir viviendo allí, viendo los cuerpos de mis padres día tras día, por eso fui al almacén, pero ahora…- antes de terminar la frase, Cruz se desplomó sobre la roca.
Y viajó una vez más al mundo de los sueños…
“La oscuridad lo cubría todo, Cruz sentía la humedad de la tierra sobre la que yacía, estaba en una tumba abierta, despertó y asomó la cabeza por encima de la fosa, en la placa se podía leer su nombre, pero la fecha de la muerte estaba borrosa. Una vez fuera del agujero descubrió que a su alrededor se extendía un enorme cementerio que no tenia fin.
Descubrió horrorizada que todas las tumbas tenían los mismos nombres, todas las tumbas pertenecían a sus padres, la joven gritó despavorida corriendo en todas direcciones, intentando no ver el panorama que se extendía ante sus ojos, pero le resultó imposible apartar la mirada.
En un instante se escuchó un enorme estruendo y unos enormes ojos rojos aparecieron en el cielo…”


Camino del Fin

Bajando por la ladera en dirección a Corazón Valeroso encontraron la ciudad más silenciosa que en ningún otro momento, nunca se habían parado a pensar cuanta gente había sobrevivido, y por qué algunos pocos habían conseguido salvarse aun estando en las mismas situaciones, Bañera se negaba a creer que aquel refugio de hojalata le hubiera servido de salvación.
Durante un buen trecho, los pensamientos les mantenían ocupados mientras andaban por las desiertas calles de la pequeña ciudad.
Una vez en el camino hacia la gran urbe, Bañera decidió hablar:
-Te debo una explicación-dijo Bañera.
-Creo que si- contestó Cruz.
-Yo vivía allí con mi familia- dijo mientras señalaba con el dedo las extrañas ruinas.
-Cuando aquellas cosas cayeron…-
-¡Calla!- dijo Cruz tapándose las orejas.
-Perdona- dijo mientras observaba la extraña reacción de Cruz
-Yo huí, abandoné a mis padres y conseguí esconderme bajo una bañera que había en un edificio abandonado, cuando desperté la nube de ceniza aún no se había desvanecido, tuve que quedarme encerrado allí hasta que la nube desapareció-
-Creo que ahora lo entiendo-
-Cuando conseguí salir de allí me refugié en la casa donde vivías, intentando hacer como que nunca me había separado de mis padres, lo siento, de verdad-
-¿Qué es lo que viste en la ciudad?- preguntó Cruz cambiando de tema.
-No pude ver con mis ojos nada más que lo que todos vimos -
-Aquellos hombres que se suicidaron, dijeron que sabían lo que pasaba, dijeron que era culpa suya-
-Parece como si solo algunas cosas hubieran sido afectadas, hay árboles calcinados y otros en perfectas condiciones, hasta las piedras se han desintegrado- dijo Bañera.
-Aquellos hombres quizás supieran que está pasando- replicó intentando volver al tema.
Las dos figuras se hundieron en la triste lejanía en un incomodo silencio, el miedo a algo tan tremendo bloqueaba sus mentes, aquellas historias no podían ser verdad, pero el temor era más fuerte cuando repasaban las extrañas y azarosas situaciones de aquel mundo, ahora quizás entendían lo que Chiflado decía, el mundo estaba en un estado de destrucción casi total, encerrados sin vuelta atrás y quizás sin camino por delante.


Iván el Terrible

Tras un largo día de viaje, decidieron acampar bajo un árbol extrañamente retorcido, desde aquella incómoda conversación ninguno había pronunciado una sola palabra.
Aquella noche se dieron cuenta que el cielo estaba iluminado con muchas más estrellas de lo normal.
“Cruz se despertó en mitad de la noche, estaba sola en aquella enorme llanura gris, un resplandor le llamó la atención y se dirigió hacia ella, una vez allí, una enorme mesa plateada la esperaba, cubierta de todo tipo de comida.
Cruz alargó la mano para coger algo de comida pero su mano no respondía, no podía acercarse nada a la boca, en cambio, la mano restregaba la comida por los brazos y la cara y después la tiraba a un cráter sin fondo. Misteriosamente sus piernas comenzaron a moverse hacia el borde del abismo, por un momento ella fue feliz. Mientras caía por el negro infierno unos ojos rojos la deslumbraron…”
La joven apareció en los brazos de alguien junto a un cráter.
-¿Dónde estoy?- dijo débilmente.
-Ahora estás bien- contestó el joven desconocido.
-¿Bañera? ¿Eres tú?- balbuceó mientras se desmayaba.
A la luz de la fogata el desconocido salvador se descubrió, tenía el pelo rojo y largo.
-¿Quién eres tú?- preguntó Cruz exaltada.
-Yo soy…- dijo mientras pensaba en algo.
-Iván, Iván el Terrible…, por ejemplo-
-¿Dónde estoy?-
-En el Océano- contestó con el mismo tono de voz de toda la conversación, mientras miraba el fuego.
-Tengo que encontrar a Bañera- dijo mientras se levantaba para marcharse.
-¿No sabéis que hacer, verdad? ¿Qué pensáis hacer cuando lleguéis a la ciudad?-
-¡Queremos saber que ha pasado!-
-Ya, me temo todo lo que encontrareis allí no es más que horror, y una dura decisión, buscadlos. Aquellos hombres destrozaron el mundo, fueron más listos que los dioses, pero aun no hay nada decidido, vuelve con Bañera, pero tened cuidado, los dos mundos os quieren, más que querer os necesitan; los sueños son peligrosos-
El misterioso joven se levantó del suelo y se hundió en la noche, sin dejar mas rastro que un océano de dudas.

Cara a Cara
Bañera prosiguió su camino sin preocuparse mucho por la desaparición de Cruz, suponía que había adelantado el camino y que ya se encontraba en la ciudad, en realidad, tampoco le importaba mucho donde estuviera, apenas había nada que pudiera hacer daño a nadie en este mundo.
Pronto el sol se ocultó tras las ruinas de la ciudad, quedando iluminadas de una forma un tanto extraña, la imagen era más escalofriante de cerca, una pequeña brisa surgía desde las calles hasta la yerma llanura como almas que huyen de la tempestad.
-Nunca pensé que volvería aquí, todo sigue igual-
Bañera iba sin dirección en aquella gran ciudad pero sus pasos le condujeron cara a cara con aquel maldito lugar, el lugar en el que egoístamente huyó de su familia para salvarse de la perdición.
Era un edificio antiguo, casi tan frágil como un castillo de naipes, aun así, Bañera se adentró en las entrañas de aquel mastodonte caído, una vez allí, en el primer piso, se detuvo. Justo delante de sus ojos, la bañera, su bunker de salvación, su piedra de la vergüenza.
Tras observarla durante un buen rato, se acercó a ella lentamente, la bañera se encontraba completamente del revés, se agachó y se abrazó a ella con fuerza. Tras unos instantes unos ritmicos golpes comenzaron a oírse bajo aquella carcasa blanca, Bañera creyó volverse loco, se levantó del suelo y recorrió la habitación con inquietud, intentando no oír aquellos golpes. Finalmente la ira le consumía, se acercó a la bañera y le dio una patada que hizo que se diera la vuelta.
El joven se quedó sin aire durante unos momentos, poco después cayó al suelo, bajo la bañera se encontró algo que nunca imaginaria, su cadáver seguía bajo la bañera, no había sobrevivido al fin del mundo, pero entonces quien era ese que fue a vivir a aquel lugar, quien es el que se encuentra en el suelo de aquel edificio observándose así mismo, quien era aquella chica, ¿existe?...
Bañera apartó el cadáver y se metió de nuevo en aquella vieja bañera que parecía un cascaron de huevo roto, cerró los ojos y soñó que soñaba y que todo se arreglaría cuando despertara.

Raíces
“Una gran construcción de cristal se alzaba bajo los pies del chico, junto a él una antorcha y el vacio, Bañera miraba a todos lados pero no conseguía ver más de lo que ya conocía, desesperación y oscuridad, aquella pequeña luz no iluminaba lo suficiente, la cogió con su mano derecha y la elevó en el cielo, una misteriosa luz mostró el camino, señalaba a los pies de la construcción, allí, una pala clavada en el suelo.
Una vez abajo clavó la antorcha en el suelo y comenzó a cavar una fosa lo suficientemente grande para él, cuando terminó se lanzó dentro y la tierra cubrió su cuerpo hasta quedar completamente sepultado.
Una vez dentro sintió como sus brazos y su cabeza se hundían en la tierra como raíces de un viejo árbol…”

Ópera
La casa de la ópera ahora carecía de la simetría de antaño, pero se mantenía en un estado bastante decente. A Cruz le llamó la atención, igual que le llamó la atención aquel almacén en el que estuvo refugiada tras aquella inexplicable sucesión de acontecimientos.
El edificio se encontraba completamente sumido en la penumbra, Cruz avanzaba lentamente sobre la moqueta, la cual imaginaba de un intenso color rojo, con sus manos dirigía sus pasos apoyándose sobre las butacas. En más de una ocasión le pareció tocar una cabeza, o chocar contra algo que asemejaba ser un cuerpo, pero nada de esto la detuvo. A duras penas consiguió saltar el hueco de la orquesta, y aun más difícil le fue trepar la pequeña pared que resultaba ser el escenario.
Los chasquidos de la tarima sobresaltaban ligeramente la tranquilidad del lugar, mientras, Cruz buscaba la manera de atravesar el denso telón. Sus movimientos se detuvieron como sin un rayo la recorriera, en el patio de butacas algo se había movido, pronto un largo chasquido fue seguido del encendido de todas las luces de la ópera.
Con un súbito estruendo, el enorme y dorado telón se alzo tras la joven.

Alguien que fue más listo que los Dioses
Una misteriosa sensación de vacío fue seguida de un pequeño susurro… Cruz. En ese momento un singular joven de mirada profunda apareció desde el decorado.
-Me alegro de verte bien-
-¿Quién eres?- preguntó Cruz asustada.
-Alguien que fue más listo que los dioses-
-¡Vosotros habéis hecho esto, deberíais estar muertos!- gritó Cruz.
-Lo estamos- contestó mientras dejaba ver una extraña marca sobre la base de su cuello.
-Esto no puede ser real- musitó entre sollozos.
-Es difícil de saber- contestó con una amplia sonrisa.
Cruz corrió hasta uno de los extremos y cogió una de las lanzas de atrezo, que formaban parte del decorado de Parsifal.
-¿Dónde está Bañera? ¿Qué queréis de nosotros?- preguntó mientras lo amenazaba con la lanza.
-Dejad que esto termine, por favor-
Tras un pequeño forcejeo, el misterioso joven cogió la punta de la lanza y la clavó en su propio pecho, dejando caer un hilo de sangre que se deslizaba por la madera hasta las manos de Cruz, que tan pronto vio el macabro espectáculo profirió un intenso alarido.
- Deja que el mundo viva de nuevo- balbuceó el malherido personaje antes de morir, o algo que se le asemejaba mucho.
-NO ENTIENDO NADA-
Cruz huyó del escenario y entre sollozos llegó al almacén de atrezo, que le recordaba al lugar donde estuvo refugiada tiempo atrás, una vez allí entró dentro de una enorme figura de cartón-piedra que parecía un mascarón de proa de un gran barco de antaño. Dentro observó con pavor sus manos manchadas de sangre y recordó todos los acontecimientos pasados, era raro, pero no podía decir si eran semanas o meses.
Allí dentro el sueño le ganó la batalla.

Azul
“Cruz despertó en una extraña casa derruida, donde apenas quedaban paredes, fuera, un enorme campo seco acababa en un cercado de madera. Con paso lento y el viento en contra se dirigió hacia la barrera.
Una vez la hubo saltado se encontró con un acantilado, su mirada quedó clavada en los tonos azules que se oscurecían y aclaraban con la espuma blanca, era algo hipnótico.
El mar se picaba y parecía querer subir el acantilado en busca de Cruz…, pero Cruz fue a su encuentro lanzándose contra él en una de sus acometidas, cuando entró en contacto con el agua perdió consciencia de su cuerpo y sintió como tomaba consciencia del enorme azul, como si de un solo cuerpo se tratara...”
El árbol de la vergüenza
El sol comenzó a asomar tímidamente sobre el horizonte, poco a poco iluminó los cuerpos de Cruz y Bañera que yacían en la estéril tierra. Con los primeros rayos despertó Bañera. Tras varios intentos fallidos de despertar a la joven, Bañera cesó en su intento, no estaba muerta pues parecía soñar constantemente.
Bañera se levantó y se dirigió en dirección al sol, deslumbrado y aun confuso sólo alcanzó a ver la figura esquemática de un árbol recortándose en la luz, cuando intentó afinar más su visión una mano se posó en su hombro.
-Te he estado esperando- dijo Bañera.
-Como se que eres tú, nada en este mundo es real, no sé cuando sueño y cuando vivo, no distingo la ficción de la realidad, pero la realidad es tan cruel que… sueño, pero quiero…- Cruz enmudeció al observar el árbol, allí colgados en 9 sogas pudo reconocer a Chiflado, a Iván el Terrible y a Aquel que fue más listo que los dioses. Y en el suelo al pie del árbol había un mensaje escrito con piedras: “Perdonadnos”.
Tras unos momentos de silencio observaron que aun quedaban dos lazos libres, demasiada casualidad, Bañera y Cruz se miraron.
-¿Y si es cierto? ¿Deberíamos…?-
-Mira a tu alrededor, la existencia ahora es algo superficial-

Reflexiones
Aquellos que fueron más listos que los dioses consiguieron doblar la realidad a su parecer, la convirtieron en algo subjetivo, soñaron con otro mundo y nunca despertaron, lo consiguieron. Dieron a los sueños la capacidad de moldear el mundo o incluso de moverse entre ellos.
Podríamos pensar que al fin un nuevo mundo nace tras la extinción del primero, y quizás solo ha nacido porque alguien ha querido, pues Bañera sueña en hacerse uno con la tierra y Cruz se funde con los mares y océanos. Quizás y solo quizás el nuevo mundo haya nacido de los sueños. Ahora sus consciencias se unen, como el nuevo Adán y la nueva Eva, en un incesante romper de las olas en una solitaria playa.
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